viernes, 25 de octubre de 2013

INMORTAL

Llegaste y tu cara reflejaba la indecisión que rondaba en tu mente. Siempre me impresionó tu gracia y la forma descarada con la que me enamoraste. Sonreíste nerviosamente e inclinaste la cabeza en forma de saludo. Respondí como correspondía a una dama de mi clase.
- ¿Qué ocurre?- te prengunté con impaciencia, algo no estaba bien.
- Necesito pedirte algo...-
Así fue que me pediste ser inmortal. Todavía me pregunto qué fue lo que te llevó a pensar que yo podría ayudarte en esa tarea. Quizás fue mi condición de hija del Dios supremo, pero me sorpendió que un caballero tan respetable e inteligente no supiera que, al ser mi madre una mortal, yo no tenía el poder suficiente para realizar esa tarea.
Instantaneamente, te expliqué la situación y te enfureciste mucho.
- Estoy seguro que está a tu alcance. Habla con tu padre o... acaso no me amas lo suficiente como para hacer cualquier cosa por...
- Claro que te amo, cómo puedes poner en duda eso. Lo que ocurre es que no es así como funcionan las cosas.
En tu furia intentaste desprestigiarme, pero los dioses estaban observando todo y no recibí más que malos tratos de tu parte. Fuiste condenado al exilio por tu afán desmedido y por violentar a la hija de un dios; cada vez más lejos de tu deseo.
Fue así como, tiempo después, me di cuenta que sí estaba en mis manos volverte inmortal, y lo digo literalmente. Ahora comprendo que quizás no solo me enamoraste por mi condición, sino por el don que me había sido otorgado al nacer. El peor error, o el mayor acierto de un ser es enamorar a una poetiza. En mi escritura logro inmortalizarte alzando una torre de versos en honor a tu amor que más que amor fue un vil engaño.  Aún así te concedo el deseo de quedar inmortalizado en las mentes de las futuras generaciones como aquél que lastimó a la legítima hija del amor entre un dios y la mortal más bella de la ciudad.
Recordad que el amor se graba en los corazones de todos aquellos que lo viven, pero, también, queda imortalizado en el papel de aquellos cuyo corazón no es lo suficientemente fuerte para registrarlo.

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