Hace dos años, quizás tres.. que vivo con esta absurda negación. Con la absurda negación de no abrir los ojos, con la estúpida idea de una realidad fetichista. Y me molesta haberme encariñado con la negación, duele aceptar que ya no se vive con ella. Creo que, igualmente, se vuelve peor por saber absolutamente todo y tener que aparentar no saber absolutamente nada.
El juego terminó, las fichas cayeron, y el tablero se manchó. Quién puede saber de quién es el turno para jugar; y más aún, quién sabe dónde quedaron los casilleros que me permitían avanzar.
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