Dibujamos un mundo de colores. No eran precisamente de los mejores, pero mal que mal íbamos a dejarlo así para, en todo caso, si podíamos, pintarlo más tarde como corresponde.
Lo miramos y no estaba mal. En él se retrataban nuestras necesidades básicas del momento. No valía la pena ponerse exquisitos y perder tiempo en algo que no sabíamos cuanto iba a tardar.
Esa pintura me gustaba. Pensé que nos iba a llevar a una mejor todavía, pero ese fue mi error. La pintura estaba fresca y ciertos intentos de mejora tardíos, terminaron de arruinarla.
Hoy, se que esa pintura no sirve, que no vale la pena gastar nuestro tiempo intentándola arreglar. El lienzo, ultrajado, ya no resiste otra pincelada más. No soportaría, ni siquiera, el fino trazo de un linner sobre su texturada piel.
Ver los restos de esa pintura causa dolor, más que nada, porque todos los intentos de mejora terminaron de arruinarla y ya no sirve como prueba de la inspiración que en algún momento existió.
Tristee pero pasa ! ya sabes todo pendeja ♥
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