Mi vida, como el truco, es un juego de mentiras. Mentiras que creo. Mentiras que leo en los ojos de mi adversario. Mentiras que al escucharlas parecen reales y al reflexionarlas, no tanto.
Estúpida, siempre la misma estúpida que confía... Confía en su compañero que canta falta envido con 31. Estúpida, siempre la misma estúpida que cree que con el falso puede ganar, pero no... El ancho falso es una mentira tan grande como todas las que la estúpida cree cuando juega.
Y acá estamos otra vez, vos y yo, ya no somos cuatro, tampoco un truco gallo y sigo jugando con el uno de basto, el siete de oro y una sota*, que ni siquiera tiene la decencia de ser del mismo palo. "Nacidos para segundar" es lo único que puedo pensar.
Jugando para perder... Ya no sé si me divierte el juego y por eso llego otra vez a la conclusión de que el que no juega, no pierde. El que no juega no se cree las mentiras del otro. El que no juega no gana, pero tampoco se expone y ese es un buen lugar o, por lo menos, por ahora, lo es para mí.
*en mi opinión, esta palabra quedaría más linda con Z... Pero si la RAE dice que va con S, agacho la cabeza y me quedo con las ganas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario