viernes, 1 de noviembre de 2013

Querer no siempre es poder, pero querer sólo algo entre miles de cosas es libertad.
Libertad es aquello que encuentro en la pupila de tus ojos cuando deciden posarse en las mías, lo que encuentro en el ligero y suave recorrer de tus dedos por la armadura más fina y fuerte que me rodea, la piel. Libertad es ese choque de cuerpos en cada abrazo atrapante; es poder amarte.
En definitiva,  si libertad es querer algo, y yo te quiero mío, y quererte mío es amarte, y yo puedo amarte, entonces, en nuestra historia, querer es poder.
Te quiero y te puedo, y te arrodillas frente a mí. Me querés y me podés, y me arrodillo frente a vos. No queda nada más que sumisión y voluntad. Sumisión ante tu cuerpo y voluntad propia. Milímetro a milímetro te recorrí, te adoré y te amé por lo que creí toda una eternidad insuficiente. Ni la bendición de un Dios puede lograr una sensación tan indescriptible.

Estas palabras no son nada frente a la sensación de poder que me da tenerte. Y, otra vez, el poder del amor rigiendo hasta el último centímetro de nuestras mentes y cuerpos.

- Tengo que dejar de ver series de reinas y coronas, en cualquier momento aparecen los castillos en esta historia cortés.

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