martes, 14 de agosto de 2012

Una chica, un chico y un estúpido candado. 
Es absurdo sentirse atado a alguien cuando cada uno de los hilos que lo ataban se cortaron. Ya no quedan ni las fibras de lo que fue, no quedan sentimientos, no quedan emociones, no queda nada. Ni siquiera un atisbo del amor que se tenían, pero, sin embargo, ellos siguen atrapados. Ella no puede superar las decepciones y, mucho menos, puede borrar la huella de su amor. Él no sabe que hacer de su vida, está perdido y no tiene a nadie. Su mundo era ella y, ahora, ya no sabe a dónde ir. Quiere superar el dolor, no quedarse estancado, pero no puede. Ella marcó un antes y un después, ella lo cambió.
No están juntos y es imposible separarlos. Hay algo más que simples lazos. Dejemos algo bien claro, los lazos que aparecen entre las personas son lo más efímero del mundo. Con que uno de ellos tire de un extremo, ese lazo se separa y deja de existir. Aclarado esto, la fuerza que los mantiene unidos, no es así. Es todavía más fuerte y real. Algo así como un candado que impide que se separen. Es algo para siempre unido, tanto que es como si la llave se hubiera perdido.
No es que ellos no quieran separarse, no quieran poder superarse y olvidarse; todo lo contrario. Ellos ansían el olvido, pero ese estúpido metal no los deja. Su relación esta forjada y unida a fuego. El calor los unió. Cuanto más frío hace entre ellos, el candado se vuelve más duro porque es cuando más lo necesitan para no separarse. Y cuando el calor los abruma, el candado se desintegra, pero claramente, no lo necesitan en esos momentos.
Hoy en día, ese candado los mantiene unidos a pesar de la separación. A veces sienten que es imposible el olvido, y quizás así lo sea.
Ella no se resigna a ser feliz en algún momento y el no se resigna a darse por vencido. Ambos van a luchar. Ambos van a intentar romper ese estúpido candado que los une para poder, de una vez por todas, ser libres.

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